Por: Eduardo Anaya Sanromán
Este 22 de diciembre se han cumplido 10 años de la masacre de Acteal. Una oscura página de nuestra historia contemporánea en la que fueron asesinadas cruelmente 45 personas por un grupo de paramilitares. La mayoría de los asesinados eran mujeres y niños: sociedad civil, gente inocente. Cuatro de las mujeres asesinadas estaban embarazadas. Es una muestra de lo que es capaz de hacer el hombre que ha perdido el sentido, cegado por la ambición y por el poder.
A diez años del terrible suceso sigue sin esclarecerse quienes fueron los responsables directos de aquella matanza. Las autoridades estatales no han sido lo suficientemente responsables como para llevar las investigaciones hasta las últimas consecuencias. Seguramente porque los culpables de tan infame asesinato pertenecen a grupos de poder relacionados con el gobierno, o forman parte todavía de la misma estructura. La matanza se dio en unas circunstancias muy particulares. El lugar era una de las zonas con mayor presencia militar y policíaca de aquel tiempo en Chiapas. Es por eso que resulta más sospechoso y que muchos han escrito que el gobierno tuvo que ver con lo ocurrido. A poco más de un kilómetro de distancia del lugar de la matanza hay una instalación militar, misma que se encontraba enclavada en la sierra desde aquel trágico día. Y los del ejército no hicieron nada por evitar esa barbarie.
La mayoría de las organizaciones no gubernamentales apunta que los responsables fueron miembros de los gobiernos estatal y federal, vinculados con caciques del partido dominante de la región que siguen queriendo tener sometidos a los indígenas.
Chiapas es un estado de los más ricos del país y muchos están interesados en sus tierras por los minerales y recursos forestales que tienen. Hay una larga tradición de cacicazgos en la región. Terratenientes que son dueños de fincas y tierras y que explotan a los pobladores originales. Siempre encubiertos por los gobiernos en turno. Y cuando vieron que los indígenas empezaron a exigir sus derechos fue cuando vino lo de Acteal. Un ejemplo más de la avaricia y falta de respeto a la vida es el de la matanza de Aguas blancas en Coyuca de Benitez, Guerrero.
Cada día 22 del mes se celebra una misa en honor de las victimas de Acteal y de sus familias. Los músicos del lugar amenizan con canciones populares y tanto los hombres como las mujeres bailan las tradicionales melodías de rituales tzotziles.
Miles de personas, muchas pertenecientes a organismos de la sociedad civil estuvieron juntos en la celebración de los 10 años. Cuatro obispos: Felipe Arizmendi, Samuel Ruiz, Raul Vera y Enrique Diaz concelebraron la Eucaristia junto con 8 sacerdotes jesuitas y el nuevo párroco indígena de Chenalhó.
“Las abejas” celebraron 15 años de su caminar, como la asociación civil que representa con más firmeza la causa de los indígenas de esa región del país y cada mes emiten un comunicado en el que informan los avances de su lucha y denuncian las injusticias que vive el pueblo indígena.
Acteal representa en la escena internacional un grito de dolor, es la bandera de una lucha sin cuartel en contra de todas las formas de opresión a los pueblos indígenas en el mundo. Acteal es un grito que exige justicia y libertad.
Este 22 de diciembre se han cumplido 10 años de la masacre de Acteal. Una oscura página de nuestra historia contemporánea en la que fueron asesinadas cruelmente 45 personas por un grupo de paramilitares. La mayoría de los asesinados eran mujeres y niños: sociedad civil, gente inocente. Cuatro de las mujeres asesinadas estaban embarazadas. Es una muestra de lo que es capaz de hacer el hombre que ha perdido el sentido, cegado por la ambición y por el poder.
A diez años del terrible suceso sigue sin esclarecerse quienes fueron los responsables directos de aquella matanza. Las autoridades estatales no han sido lo suficientemente responsables como para llevar las investigaciones hasta las últimas consecuencias. Seguramente porque los culpables de tan infame asesinato pertenecen a grupos de poder relacionados con el gobierno, o forman parte todavía de la misma estructura. La matanza se dio en unas circunstancias muy particulares. El lugar era una de las zonas con mayor presencia militar y policíaca de aquel tiempo en Chiapas. Es por eso que resulta más sospechoso y que muchos han escrito que el gobierno tuvo que ver con lo ocurrido. A poco más de un kilómetro de distancia del lugar de la matanza hay una instalación militar, misma que se encontraba enclavada en la sierra desde aquel trágico día. Y los del ejército no hicieron nada por evitar esa barbarie.
La mayoría de las organizaciones no gubernamentales apunta que los responsables fueron miembros de los gobiernos estatal y federal, vinculados con caciques del partido dominante de la región que siguen queriendo tener sometidos a los indígenas.
Chiapas es un estado de los más ricos del país y muchos están interesados en sus tierras por los minerales y recursos forestales que tienen. Hay una larga tradición de cacicazgos en la región. Terratenientes que son dueños de fincas y tierras y que explotan a los pobladores originales. Siempre encubiertos por los gobiernos en turno. Y cuando vieron que los indígenas empezaron a exigir sus derechos fue cuando vino lo de Acteal. Un ejemplo más de la avaricia y falta de respeto a la vida es el de la matanza de Aguas blancas en Coyuca de Benitez, Guerrero.
Cada día 22 del mes se celebra una misa en honor de las victimas de Acteal y de sus familias. Los músicos del lugar amenizan con canciones populares y tanto los hombres como las mujeres bailan las tradicionales melodías de rituales tzotziles.
Miles de personas, muchas pertenecientes a organismos de la sociedad civil estuvieron juntos en la celebración de los 10 años. Cuatro obispos: Felipe Arizmendi, Samuel Ruiz, Raul Vera y Enrique Diaz concelebraron la Eucaristia junto con 8 sacerdotes jesuitas y el nuevo párroco indígena de Chenalhó.
“Las abejas” celebraron 15 años de su caminar, como la asociación civil que representa con más firmeza la causa de los indígenas de esa región del país y cada mes emiten un comunicado en el que informan los avances de su lucha y denuncian las injusticias que vive el pueblo indígena.
Acteal representa en la escena internacional un grito de dolor, es la bandera de una lucha sin cuartel en contra de todas las formas de opresión a los pueblos indígenas en el mundo. Acteal es un grito que exige justicia y libertad.
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