Siempre recordado y querido Lalo :
¿Cómo va todo por México ? Por acá hace un viento gélido y las nieves cubren las montañas que rodean Madrid. Los árboles se han desnudado del todo. Siempre me maravilla esta sabiduría de la naturaleza que no tiene ningún pudor en desprenderse cada año de aquello que es en ella caduco, en la espera de la renovación primaveral. Con qué facilidad y naturalidad lo hace ella, ¡y cuánto nos cuesta a los humanos desprendernos de los accesorio para dejar nacer en nosotros los esencial!
Y por eso me gusta que en el transcurrir de nuestra vida de vez en cuando nos despertemos y nos demos cuenta del rumbo que estamos tomando. Es el objetivo del tiempo de Adviento, este tiempo de espera a la Navidad, y que te animo a vivir desde la fe común que nos une en la distancia, porque creo que para ti y para mí siempre es bueno y saludable renovarnos por dentro y por fuera, abrir nuestros corazones y salir al encuentro de los que sufren y nos necesitan, sabiendo que al compartir nos estamos haciendo bien a nosotros y sin duda estaremos probando el sabor de la verdadera felicidad. Ten el valor de saltar por encima de una Navidad meramente consumista o de regalos materiales: vive desde hoy, sin esperar al 25 de Diciembre, para regalar tu sonrisa, para ofrecer tu tiempo, para compartir tu generosidad y para darte a ti mismo.
Ayer 1 de Diciembre se celebró la Jornada Mundial de la lucha contra el Sida, esta pandemia que sigue sembrando muerte y dolor, sobre todo en el Tercer Mundo, y en cuyo empeño por encontrar una vacuna están afanados muchos científicos y muchas personas empeñadas en erradicarla de nuestro planeta. Se han empezado a experimentar en humanos estas posibles vacunas. Es una luz de esperanza en el túnel. Pero sigue sin darse una justa solución al drama africano, precisamente por la negativa de las farmacéuticas, movidas a veces por puros intereses económicos, a dar medicamentos de bajo coste o gratuitos a los países más pobres y que más sufren, que están casi todos en el África Subsahariana. Y no podemos dejar de recordar a quienes durante este último año han muerto a causa de esta enfermedad. Ni a los que dedican su vida a investigar para mejorar la vida de los seropositivos y buscar un remedio definitivo que evite el desarrollo de la enfermedad y una vacuna que lo prevenga. Hay tanta gente buen en el mundo, tantos voluntarios, cuyo día internacional celebraremos el viernes 5 de Diciembre, que alivian el sufrimiento de los demás e intentan hacer de este mundo un hogar más habitable, más humano, con más amor, más preparado para que todos podamos vivir y desarrollar nuestras capacidades, sin barreras humanas o físicas que separen o impidan que podamos movernos libremente y tener acceso a todos los niveles del bienestar material, humano y espiritual. Una llamada especialmente urgente ante la celebración también este próximo 3 de Diciembre de Día Mundial de los Discapacitados, todavía con multitud de barreras arquitectónicas y otras peores como la discriminación, los prejuicios o la marginación.
Te envío un hermoso mensaje que nos llama a despertar, a salir de nuestras rutinas, comodidades, letargos, falta de sensibilidad, estancamiento físico, humano o espiritual. Junto a ello un bonito cuento que nos da pistas sobre cómo ser felices en este Adviento y en la próxima Navidad.
Importantes tareas y desafíos para ti y para mí esta semana, este tiempo de Adviento, esta Navidad, y cada día de nuestra vida. No te resignes a la mediocridad y la rutina, a lo que siempre se ha hecho. Deja espacio para la creatividad, la novedad, la sorpresa. Mientras vivimos, siempre hay esperanza, brota algo nuevo, es hora de seguir soñando, enamorándonos, saboreando la belleza y la bondad de cuanto nos rodea, empezando por la familia y los amigos, los cercanos, y los que más nos necesitan. Porque ahí está escondida la huella del amor divino, que no viene de lo alto ni de lejos, que está muy cerca de ti, en lo más hondo y en lo más noble de tu propio corazón.
Te deseo lo mejor. Sé feliz haciendo felices a los demás. Ya sabes que cuentas conmigo. Abrazos llenos de inmenso cariño.
Tu amigo.
Diego
UN CUENTO PARA ENCONTRAR LA FELICIDAD
Esta es la historia de un hombre que estaba cansado de llorar. Miró a su alrededor y vio que tenía delante de sus ojos la felicidad. Estiró la mano y quería cogerla. La felicidad era una flor. La cogió. Y nada más tenerla en su mano, la flor ya se marchitó. La felicidad era un rayo de sol. Levantó sus ojos para calentar su cara y en seguida una nube lo apagó. La felicidad era una guitarra. La acarició con sus dedos, las cuerdas desafinaron. Cuando al atardecer volvía a casa, el hombre seguía llorando. A la mañana siguiente seguía buscando la felicidad. Junto al camino había un niño que lloriqueaba. Para tranquilizarlo cogió una flor y se la dio. La fragancia de la flor perfumó a los dos y el niño sonrió. Una pobre mujer temblaba de frío, cubierta con sus harapos. La llevó hasta el sol y la mujer sintió calor y sonrió. Un grupo de niños cantaba. Él les acompañó con su guitarra. También él se deleitó con la melodía. Ya al volver a casa de noche, el buen hombre sonreía. Había encontrado la felicidad.
Moraleja: si quieres ser feliz, haz felices a los demás
¿Cómo va todo por México ? Por acá hace un viento gélido y las nieves cubren las montañas que rodean Madrid. Los árboles se han desnudado del todo. Siempre me maravilla esta sabiduría de la naturaleza que no tiene ningún pudor en desprenderse cada año de aquello que es en ella caduco, en la espera de la renovación primaveral. Con qué facilidad y naturalidad lo hace ella, ¡y cuánto nos cuesta a los humanos desprendernos de los accesorio para dejar nacer en nosotros los esencial!
Y por eso me gusta que en el transcurrir de nuestra vida de vez en cuando nos despertemos y nos demos cuenta del rumbo que estamos tomando. Es el objetivo del tiempo de Adviento, este tiempo de espera a la Navidad, y que te animo a vivir desde la fe común que nos une en la distancia, porque creo que para ti y para mí siempre es bueno y saludable renovarnos por dentro y por fuera, abrir nuestros corazones y salir al encuentro de los que sufren y nos necesitan, sabiendo que al compartir nos estamos haciendo bien a nosotros y sin duda estaremos probando el sabor de la verdadera felicidad. Ten el valor de saltar por encima de una Navidad meramente consumista o de regalos materiales: vive desde hoy, sin esperar al 25 de Diciembre, para regalar tu sonrisa, para ofrecer tu tiempo, para compartir tu generosidad y para darte a ti mismo.
Ayer 1 de Diciembre se celebró la Jornada Mundial de la lucha contra el Sida, esta pandemia que sigue sembrando muerte y dolor, sobre todo en el Tercer Mundo, y en cuyo empeño por encontrar una vacuna están afanados muchos científicos y muchas personas empeñadas en erradicarla de nuestro planeta. Se han empezado a experimentar en humanos estas posibles vacunas. Es una luz de esperanza en el túnel. Pero sigue sin darse una justa solución al drama africano, precisamente por la negativa de las farmacéuticas, movidas a veces por puros intereses económicos, a dar medicamentos de bajo coste o gratuitos a los países más pobres y que más sufren, que están casi todos en el África Subsahariana. Y no podemos dejar de recordar a quienes durante este último año han muerto a causa de esta enfermedad. Ni a los que dedican su vida a investigar para mejorar la vida de los seropositivos y buscar un remedio definitivo que evite el desarrollo de la enfermedad y una vacuna que lo prevenga. Hay tanta gente buen en el mundo, tantos voluntarios, cuyo día internacional celebraremos el viernes 5 de Diciembre, que alivian el sufrimiento de los demás e intentan hacer de este mundo un hogar más habitable, más humano, con más amor, más preparado para que todos podamos vivir y desarrollar nuestras capacidades, sin barreras humanas o físicas que separen o impidan que podamos movernos libremente y tener acceso a todos los niveles del bienestar material, humano y espiritual. Una llamada especialmente urgente ante la celebración también este próximo 3 de Diciembre de Día Mundial de los Discapacitados, todavía con multitud de barreras arquitectónicas y otras peores como la discriminación, los prejuicios o la marginación.
Te envío un hermoso mensaje que nos llama a despertar, a salir de nuestras rutinas, comodidades, letargos, falta de sensibilidad, estancamiento físico, humano o espiritual. Junto a ello un bonito cuento que nos da pistas sobre cómo ser felices en este Adviento y en la próxima Navidad.
Importantes tareas y desafíos para ti y para mí esta semana, este tiempo de Adviento, esta Navidad, y cada día de nuestra vida. No te resignes a la mediocridad y la rutina, a lo que siempre se ha hecho. Deja espacio para la creatividad, la novedad, la sorpresa. Mientras vivimos, siempre hay esperanza, brota algo nuevo, es hora de seguir soñando, enamorándonos, saboreando la belleza y la bondad de cuanto nos rodea, empezando por la familia y los amigos, los cercanos, y los que más nos necesitan. Porque ahí está escondida la huella del amor divino, que no viene de lo alto ni de lejos, que está muy cerca de ti, en lo más hondo y en lo más noble de tu propio corazón.
Te deseo lo mejor. Sé feliz haciendo felices a los demás. Ya sabes que cuentas conmigo. Abrazos llenos de inmenso cariño.
Tu amigo.
Diego
UN CUENTO PARA ENCONTRAR LA FELICIDAD
Esta es la historia de un hombre que estaba cansado de llorar. Miró a su alrededor y vio que tenía delante de sus ojos la felicidad. Estiró la mano y quería cogerla. La felicidad era una flor. La cogió. Y nada más tenerla en su mano, la flor ya se marchitó. La felicidad era un rayo de sol. Levantó sus ojos para calentar su cara y en seguida una nube lo apagó. La felicidad era una guitarra. La acarició con sus dedos, las cuerdas desafinaron. Cuando al atardecer volvía a casa, el hombre seguía llorando. A la mañana siguiente seguía buscando la felicidad. Junto al camino había un niño que lloriqueaba. Para tranquilizarlo cogió una flor y se la dio. La fragancia de la flor perfumó a los dos y el niño sonrió. Una pobre mujer temblaba de frío, cubierta con sus harapos. La llevó hasta el sol y la mujer sintió calor y sonrió. Un grupo de niños cantaba. Él les acompañó con su guitarra. También él se deleitó con la melodía. Ya al volver a casa de noche, el buen hombre sonreía. Había encontrado la felicidad.
Moraleja: si quieres ser feliz, haz felices a los demás
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