Cada asistente sintió la necesidad de quedarse unos días en Guadalajara junto con otros más que también estaban tristes por tanta violencia en el país. Fue un fin de semana donde caminamos platicando de la situación que vive nuestra ciudad, no aceptando tanta muerte y tanta violencia, dejamos que otros nos enseñen las escrituras y compartimos el pan de nuestra vida. Conforme pasaron las horas sentimos que los ojos se nos abrieron, algo sucedió en el corazón en ese momento de reconciliación donde sentimos el dolor por la realidad de los hermanos indígenas, migrantes, adictos, desempleados, secuestrados y sicarios. Pero fue en los días siguientes cuando tomamos conciencia de que nuestro corazón ardía y que Jesús se apareció durante el ENJUVI. Al regresar a nuestras familias, grupos y parroquias llevamos la noticia de que era Jesús y se dejó ver en este encuentro.
La primera celebración después del ENJUVI con las hermanas de la Red Ignaciana de Acompañamiento fue tomar conciencia que ese ardor del corazón tenía que ver con un abrazo de Jesús. Un abrazo que se extendía a tantos jóvenes que han pasado por las misiones, los ejercicios, los campamentos, los talleres de la red, los grupos articulados, etc. Ver cómo el abrazo del amor hace crecer a estos jóvenes de las mayores satisfacciones que podemos tener. Como consagrados hemos renunciado a la posibilidad de tener hijos, pero no a la posibilidad de generar vida y ayudar al crecimiento de los otros. Vemos que el mal está trabajando duro provocando la ambición de dinero y poder, usando la necesidad de reconocimiento que existe en las personas para fortalecer estrategias de consumo, pero también sentimos que Dios está trabajando, nuestro Dios no se queda quieto, El nos anima a juntarnos, a soñar, a imaginar, a tratar de reconstruir a las personas que han quedado heridas por esta guerra sin rumbo ni sentido.
Escuchar a los candidatos en la misa mensual posterior al ENJUVI también fue algo sorprendente. Este encuentro ayudó a situarnos de diferente manera ante los asaltantes, sin dejar sentir el miedo se generó la esperanza de que es Dios quien tiene la última palabra y no esta ola de violencia. Un candidato no pudo regresar a su casa porque asesinaron a su primo y amenazaron a la familia. ¡Esta es tu casa! Fueron las palabras que le dije cuando llego al centro vocacional. ¿Qué hacemos ante tanta violencia? Sacar nuestra ternura. Ahí está la clave para combatir de raíz la violencia que vive el país. Jesús sigue apareciendo fortaleciendo el corazón.
El fin de semana siguiente se realizó un taller de capacitación para impartir el campamento emoción-arte y libertad de Amar. Hubo una respuesta sorprendente para este taller. Algo nos hizo sentir que estamos en el camino correcto, que con los campamentos estamos picando piedra con los jóvenes aportando nuestros adobes para reconstruir al país herido por la falta de rumbo y de sentido. Tuvimos una convivencia inolvidable, despedimos a Jorge Ochoa, y vimos con tanta claridad que la fiesta nos hace sentir uno.
Necesitamos crear fiestas que construyan puentes entre los diferentes sectores del país y ayuden a la tejer tanta fractura que tenemos como sociedad. Jesús nos enseña nuevamente que el reino es como un banquete donde cada uno tiene su lugar.
Así cada uno tiene sus historias, los invitamos a escribirlas y compartirlas para hacer crecer este fuego que nos fue regalado en el Cuarto Encuentro Nacional Juvenil Ignaciano.
P. Jorge Atilano González Candia SJ
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