Somos carne que siente por la sangre que
ebulle en su interior.
No es la razón la que manda al deseo, sino el
deseo que gobierna a la razón.
¡Nos creemos tan libres!, ¡nos sentimos tan
fuertes!…
Pero pronto volvemos a sabernos animales.
Nuestra carne, inhabitada de afectos,
se manifiesta como soberana de la vida.
Nuestra carne, alimentada por pasiones,
reclama su primacía y desplaza a la razón
soberbia.
Nuestra sangre corre como el agua más diáfana
que desciende de las montañas cual torrente
imparable;
como río que erosiona la tierra y arrastra las
piedras de nuestra inteligencia racional.
Nuestros cuerpos, débiles y fuertes,
Carne propia y ajena que vuela hasta su nido,
que regresa a su origen.
Sangre ardiente en las moradas del generoso y
del mezquino.
Cuerpo-amigo-eterno,
Carne-alimento-amable,
Sangre-guerrera-invencible.
Trinidad omnipresente.
No hay razón, no hay destino, sólo existen
las miradas.
Somos seres afectivos, somos rostros
anhelantes.
No hay colores invisibles, no hay deseos que
se apaguen,
Solo hay Cuerpo, Carne y Sangre.
Eduardo
Anaya Sanromán, SJ - Puente Grande, Jalisco a 15 de Junio de 2014
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