Lo que he visto y oído a un mes del estallido social: Memoria de un extranjero en territorio austral.
Por Eduardo Anaya Sanromán SJ Apenas un mes después de los festejos patrios chilenos y mexicanos, todavía con el sabor de las empanadas y terremotos en la boca y el corazón por los dieciochos chicos, el 18-O me tomó por sorpresa. ¿Cómo explicar tanta violencia? ¿Por qué hubo quienes llegaron a hacer tan cosas extremas o radicales como disparar, golpear a otros, incendiar estaciones de metro, saquear supermercados? Las últimas cuatro semanas, desde Arica hasta Punta Arenas, millones de chilenos han entonado “El derecho de vivir en Paz” (Víctor Jara) y “El baile de los que sobran” (Los Prisioneros). [1] Hemos experimentado sentimientos encontrados: indignación, miedo, incertidumbre, malestar, impotencia, descontento, confusión, tristeza, angustia, pesimismo… Pero también hemos experimentado alegría, pasión, esperanza, sorpresa y también nos hemos dejado conducir por el deseo de una sociedad más justa y humana que encarne los valores del Reino d...