El Padre Samuel Calvario, Un amigo en el Señor.
El Padre Samuel Calvario fue un muy buen amigo mío. El ha sido uno de los confesores con quien más confianza y he tenido. Me acompañó espiritualmente antes de decidirme a entrar al prenoviciado, y después ya siendo prenovicio, en el mes de vacaciones previo al ingreso al noviciado.
La última misa que presidio estando yo presente fue en Julio de 2008 en la parroquia de San Miguel.
Tengo pendiente la visita a San Gabriel, su tierra, a la que tanto cariño le tenía.
El último Domingo que vivió lo dedico a su ministerio sacerdotal. Celebraría la Eucaristía una o dos veces por lo menos. Me ha dicho mi Mamá que estuvo confesando por la mañana y por la tarde-noche, a pesar de su edad. Fue un sacerdote muy entregado a las personas en el sacramento de la reconciliación.
Fue una carrera larga la suya. Una lucha sin tregua, en la que no faltaron ni el dolor, ni las calumnias, ni los sinsabores, ni los temores. Pero el se mantuvo firme hasta el final y hoy goza ya de la Presencia Eterna del Padre y del Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Nunca olvidaré su natural sonrisa, su mirada transparente, su paciencia madurada, su amor fraternal. No olvidaré tampoco su saludo afectuoso, su sincero abrazo, sus tiernas palabras.
Le decían Padre Calvario y fue Padre-sacerdote por ser ministro ordenado de nuestra Iglesia. Pero sobre todo fue un Padre cercano a nuestra frágil humanidad, porque supo encarnar vivamente el misterio de la paternidad divina y de la paternidad humana.
Yo no conozco la historia completa, pero se que adopto a un niño y lo educo hasta que fue un joven. Aquí se aprecia la paternidad humana que experimentamos como gracia de Dios todos los que le conocimos y tratamos.
El Padre Calvario hizo honor a su apellido, porque sus últimos años siguió padeciendo, como en su vida sacerdotal: víctima y cordero. El dolor físico lo acompañó diariamente por su pierna y la herida de su última cirugía, de la que yo soy testigo. El ofrecía todo a su Padre Dios.
Cómo olvidar cuando al final de todas sus misas, nos invitaba, como personas y como pueblo, a consagrarnos a nuestra Madre, la Virgen María, dirigiendo su mirada a la imagen de Nuestra Señora de la Luz.
Siempre nos decia: "Si la Virgen reza por ti y por mi, ¡ya la hicimos!"
Cómo olvidar sus homilías llenas de realismo. Esa sencillez con que comunicaba la palabra de Dios a todo tipo de personas, motivando a reflexiones profundas y moviéndonos a devoción.
Muchos recordaremos siempre, cómo al final de presidir cada Eucaristía, tras dar la bendición, tomaba una silla y se sentaba a orar de cara al sagrario por espacio de algunos minutos, en un gesto de gratitud y amor a Jesús.
Muchos muchos años volcando su corazón sobre cientos de almas. Vivió buscando el provecho de los fieles de las parroquias en las que trabajo y de las que visito.
Padre Samuel:
Gracias por todo. Me da gusto que ya estés con Jesús, María y los santos; que estarás conviviendo con el P. Luis Padilla que también me ayudo mucho en momentos clave cuando vivía en Aguascalientes. Ahora tu, como el y otros muchos sacerdotes fieles recibes tu recompensa.
Salúdame mucho a mi abuela Martha, a mis dos abuelitos: papá Lalo y abuelito Chema. Y también a mis tíos Luis, Martha y Enrique.
No te olvides de nosotros tus hijos en el Espíritu. Yo no te voy a olvidar por tu testimonio de vida cristiana, por tu compromiso radical en la viña del Señor.
Recuerdo que tu me enseñaste esta jaculatoria: “Señor, aunque yo me olvide de ti, Tu nunca te olvides de mi” y ahora estas confirmando esa petición que nace de la Fe en Cristo. Así que tengo la esperanza de que algún día, cuando haya cumplido mi misión, como tu lo has hecho, pueda volverme a encontrar contigo y unirnos en el abrazo del Padre Eterno.
Su amigo, Lalo nSJ.
Descanse en Paz el Padre Samuel Calvario.
El Padre Samuel Calvario fue un muy buen amigo mío. El ha sido uno de los confesores con quien más confianza y he tenido. Me acompañó espiritualmente antes de decidirme a entrar al prenoviciado, y después ya siendo prenovicio, en el mes de vacaciones previo al ingreso al noviciado.
La última misa que presidio estando yo presente fue en Julio de 2008 en la parroquia de San Miguel.
Tengo pendiente la visita a San Gabriel, su tierra, a la que tanto cariño le tenía.
El último Domingo que vivió lo dedico a su ministerio sacerdotal. Celebraría la Eucaristía una o dos veces por lo menos. Me ha dicho mi Mamá que estuvo confesando por la mañana y por la tarde-noche, a pesar de su edad. Fue un sacerdote muy entregado a las personas en el sacramento de la reconciliación.
Fue una carrera larga la suya. Una lucha sin tregua, en la que no faltaron ni el dolor, ni las calumnias, ni los sinsabores, ni los temores. Pero el se mantuvo firme hasta el final y hoy goza ya de la Presencia Eterna del Padre y del Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Nunca olvidaré su natural sonrisa, su mirada transparente, su paciencia madurada, su amor fraternal. No olvidaré tampoco su saludo afectuoso, su sincero abrazo, sus tiernas palabras.
Le decían Padre Calvario y fue Padre-sacerdote por ser ministro ordenado de nuestra Iglesia. Pero sobre todo fue un Padre cercano a nuestra frágil humanidad, porque supo encarnar vivamente el misterio de la paternidad divina y de la paternidad humana.
Yo no conozco la historia completa, pero se que adopto a un niño y lo educo hasta que fue un joven. Aquí se aprecia la paternidad humana que experimentamos como gracia de Dios todos los que le conocimos y tratamos.
El Padre Calvario hizo honor a su apellido, porque sus últimos años siguió padeciendo, como en su vida sacerdotal: víctima y cordero. El dolor físico lo acompañó diariamente por su pierna y la herida de su última cirugía, de la que yo soy testigo. El ofrecía todo a su Padre Dios.
Cómo olvidar cuando al final de todas sus misas, nos invitaba, como personas y como pueblo, a consagrarnos a nuestra Madre, la Virgen María, dirigiendo su mirada a la imagen de Nuestra Señora de la Luz.
Siempre nos decia: "Si la Virgen reza por ti y por mi, ¡ya la hicimos!"
Cómo olvidar sus homilías llenas de realismo. Esa sencillez con que comunicaba la palabra de Dios a todo tipo de personas, motivando a reflexiones profundas y moviéndonos a devoción.
Muchos recordaremos siempre, cómo al final de presidir cada Eucaristía, tras dar la bendición, tomaba una silla y se sentaba a orar de cara al sagrario por espacio de algunos minutos, en un gesto de gratitud y amor a Jesús.
Muchos muchos años volcando su corazón sobre cientos de almas. Vivió buscando el provecho de los fieles de las parroquias en las que trabajo y de las que visito.
Padre Samuel:
Gracias por todo. Me da gusto que ya estés con Jesús, María y los santos; que estarás conviviendo con el P. Luis Padilla que también me ayudo mucho en momentos clave cuando vivía en Aguascalientes. Ahora tu, como el y otros muchos sacerdotes fieles recibes tu recompensa.
Salúdame mucho a mi abuela Martha, a mis dos abuelitos: papá Lalo y abuelito Chema. Y también a mis tíos Luis, Martha y Enrique.
No te olvides de nosotros tus hijos en el Espíritu. Yo no te voy a olvidar por tu testimonio de vida cristiana, por tu compromiso radical en la viña del Señor.
Recuerdo que tu me enseñaste esta jaculatoria: “Señor, aunque yo me olvide de ti, Tu nunca te olvides de mi” y ahora estas confirmando esa petición que nace de la Fe en Cristo. Así que tengo la esperanza de que algún día, cuando haya cumplido mi misión, como tu lo has hecho, pueda volverme a encontrar contigo y unirnos en el abrazo del Padre Eterno.
Su amigo, Lalo nSJ.
Descanse en Paz el Padre Samuel Calvario.
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