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Feliz Navidad, desde el corazón

22 de diciembre de 2008

Mi inolvidable Lalo:

¿Cómo vas preparando las fiestas de Navidad y Año Nuevo?
Yo de vacaciones hasta el día 8 de Enero. Pasaré la Navidad aquí en Madrid y Año Nuevo con mi madre y hermanos en el sur de España.

Madrid está bullicioso de gente por todas partes, con las prisas de los regalos, las luces que iluminan de forma especial la ciudad, y un tiempo estos días más primaveral que invernal. Pero yo siempre me pregunto: ¿Dónde queda esa primera Navidad que transcurrió en los arrabales de la sociedad, que fue anunciada a unos marginados pastores, que sucedió en el silencio de la noche, que manifestó la humildad de un Dios que se hizo Niño para mostrarnos que no hay otro camino para llegar a Él que no sea el amor, que sólo se llega a Belén por caminos de justicia, de alegría y de bondad? Me dirás que tenemos que resignarnos, que no hay nada que hacer, que es imposible luchar contra esta Navidad materialista, que no es posible recuperar la identidad y la sencillez de la Navidad original, que son inevitables los regalos, las grandes comidas familiares, los gastos extraordinarios, la fiesta y el alboroto. Pero, ¿quién ha dicho que la celebración de la familia, la alegría, los regalos no sean importantes ni necesarios, y que eso no sea también parte del espíritu de la Navidad? Todo es bueno si se vive desde la autenticidad y el amor. Pero no olvidemos que ante todo esto, podemos también hacer opciones pequeñas que nos acerquen a la verdadera Navidad y a su sentido más espiritual y solidario.

Yo quiero invitarte seguir viviendo una Navidad diferente y complementaria con la otra Navidad, una Navidad para renovar lo mejor de ti mismo, para compartir con aquellos que te necesitan y que sufren especialmente en estos días, para llevar alegría a los tristes, consuelo a los que están llorando, abrazo a los que están solos, cercanía a los que están lejos, perdón a los que te ofendieron, pan, tiempo, esperanza a los que tienen hambre de comida y de cariño, decisión para llevar esta Navidad a tu vida cada uno de los 365 días del nuevo año, empezando por hoy mismo, sin esperar a mañana. Y sobre todo, para acercarte a quien es el centro de la Navidad: este Dios hecho carne cercana, accesible, amiga, solidaria, un Dios que no se queda en las alturas elevadas de su cielo, sino que toca la pobreza y humanidad de un pesebre y desde él nos bendice, nos acoge y se hace tierno y frágil Niño que demanda nuestro amor, el mejor Regalo que podemos recibir y que podemos ofrecer.


Por eso la Navidad será siempre actual y necesaria: porque infunde en nosotros, seamos creyentes o no, la esperanza de que podemos ser mejores, de que estamos habitados por un soplo de divinidad, de que otro mundo más justo, pacífico y solidario es posible. Ayer mismo vi una gran película del genial Clint Eastwoood que te recomiendo. Se llama “El intercambio”, y cuenta el caso real de una mujer llamada Christine Collins, fantásticamente interpretada por Angeline Jolie, cuyo hijo desparece sin dejar huella en la ciudad de Los Angeles en los años 20. A partir de ahí, aparecen ante nuestros ojos realidades inhumanas de asesinatos, corrupción e injusticias de los propios cuerpos policiales y de las autoridades políticas, a las que decide hacer frente esta increíble mujer, con la ayuda de un pastor presbiteriano y de una policía que no se ha dejado corromper. Salí de la película confirmado en los grandes valores que transmite la Navidad: que el bien triunfa sobre el mal, que la verdad se impone sobre la mentira y la corrupción, y que donde hay un ser humano que lucha por sus derechos y por mejorar los derechos de los demás, por hacer un mundo más limpio, justo y honesto, ese ser humano no está solo, otros se unirán a su lucha y harán posible que brille la grandeza que nos hace humanos y nos anima a seguir soñando con ese mundo de hermanos que nos proclama el mensaje que Jesús nos comunicó hace más de dos mil años y que se vuelve a renovar en cada Navidad.

Tenemos ante nosotros una semana especial. ¡Vívela con intensidad! Comparte más con tu familia, si la tienes cerca, con tus amigos. Sonríe más, a pesar de los problemas y las dificultades. Canta, ríe, comparte. Escucha en tu corazón estos dos grandes mensajes que nos trae Dios y que se les transmite a la Virgen María, a los pastores, a tantos creyentes de todos los siglos: ¡Alégrate! ¡No temas! ¡Estoy siempre contigo! ¡Confía y ama!

Que tengas una muy ¡FELIZ NAVIDAD! Y haz llegar este saludo de buenos deseos y de bendiciones a tus seres queridos. En medio de la fiesta y el bullicio de estos días, encuentra un momento para ti, busca esa luz divina que brilla en tu corazón, abre tus ojos y tus manos solidarias a quienes te necesiten, acoge con fe y con alegría al Dios-con-nosotros que se hace uno de los nuestros en Jesús y derriba para siempre, en la fragilidad de su ternura, todos los muros, barreras y divisiones que nos siguen separando y enfrentando, abriendo nuestros horizontes a la esperanza. Una Navidad que hay que vivir cada día del año, como nos recuerda el hermoso mensaje que te envío, todo un programa de actuación navideña para el 2009.

Navidad me sirve de excusa y ocasión para renovarte mi cariño, mi amistad y todo lo mejor que hay en mí. Gracias por estar siempre ahí y por leerme. Te mando unas recomendaciones para que tú sigas haciéndote regalo para los demás, sin esperar a que llegue Papá Noël o los Reyes Magos.


Diego


POR NAVIDAD, REGALA ALGO MÁS QUE ALGO

Prepara tu regalo. Elígelo y envuélvelo y entrégalo con cariño. Que con él vaya también algo de ti.

Regala algo no comprado: un poema tuyo o de otro, un dibujo, algo no material.

Regala unas palabras personales que salgan de dentro, que sean elegidas. De la Biblia, de un autor conocido o desconocido, tuyas.

Regala algo significativo, que hable de ti y de quien se lo regalas. Regala tu presencia. Regala algo que no sirva para nada más que para eso: de regalo.

Regala tu tiempo a la gente a quien quieres y escúchala en silencio. Facilita que ella se comunique, hable y se exprese.

Regala tu silencio, regala tu palabra. Regala vida. Se dice pronto, pero eso no se compra. Sólo se contagia.

Regala una palabra de ánimo a alguien y dile lo bueno que tiene o ves en él. Regala sin pedir ni esperar nada a cambio. Así regala Dios.

Regálate algo a ti mismo. Quiérete un poco y regálate eso detrás de lo que andas desde hace tiempo: un libro, un viaje relajado, un día de descanso, un rato compartido con tu familia o amigos, una película. Regálate tiempo. Que la prisa y el alboroto no puedan contigo.

Regálate una visión más positiva de ti mismo, mira un poco hacia dentro y busca lo que tienes bueno. Déjalo salir o regálaselo a alguien, que será la mejor forma de regalártelo a ti mismo.

Déjate regalar. Recibe los regalos como un don y sé agradecido. No hace falta nada a cambio: una palabra, una sonrisa, un gesto, bastan.


No regales aquello que no quieres para ti: ni tabaco, ni alcohol, ni desánimo ni pesimismo.

No pretendas comprar a nadie con regalos. Y sobre todo: sé tú regalo, date a ti mismo. Que seas un regalo para quien se tropiece contigo. Sorprende a amigos y enemigos. Siempre. También en esta Navidad.

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