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¿Dónde está Dios? ¿Dónde lo encuentras?


Esta carta está hecha y pensada en mi sobrino Roberto, un niño que dentro de unos años será un adolescente. Reconozco que esta carta no tiene la finura para que él, quizás, la comprenda y haga suya desde un primer momento. Es un regalo que deseo darle para que la vaya digiriendo a lo largo de su crecimiento. Y que él juzgue si le sirvió o no.





3 septiembre 2012, Guadalajara, Jalisco
Carta a mi sobrino Roberto:

¿Dónde está Dios? ¿Dónde lo encuentras?

Dios está en tu anhelo más profundo, ese que se siente de a poco y a ratos pero que es siempre novedoso y te regala esperanza.
Dios está en la atracción que sientes por la niña que más te gusta, en el juego infinito con tus amigos, en la respiración entrecortada que te viene cuando has corrido o saltado con emoción. 

Dios está en la comida que más disfrutas, y más cerca de ti está cuando la comes con gusto, despacio y pensando en el trayecto de cómo llegó hasta ti y en las personas que intervinieron para que eso fuera posible.

Dios está en el cariño espontáneo que le regalas a tu familia; en el desprendimiento de tus pertenencias –las que más valoras- para compartírselas a otros, sobre todo a aquellos que nunca tendrán la posibilidad de tener lo que tú tienes.

Dios está en las decisiones  conscientes que tomas, y más cerca de ti estará cuando asumas las consecuencias de esas decisiones que has tomado. 





Dios está en tus propias convicciones, las que te hemos dado como familia  y en las que tú solo irás aprendiendo, y más cerca estará Dios de ti cuando otros –incluidos tus amigos- se burlen porque no haces algo que tú no quieres hacer. Dios viene a ti en el cariño que tienes por ti mismo, en la manera en que cuidas y acomodas tu habitación, en el respeto que sientas por las tareas y trabajos que presentas a tus maestros en clase, sin importar si está bien o mal lo que hiciste, sino con el empeño y convicción de que lo que has hecho ha sido fruto de ti mismo, y por lo tanto lo tratas con reverencia. Y al mismo tiempo Dios está en el saberte desprender de lo que haces: tú sólo lo ofreces, de los demás dependerá si lo valoran o no lo valoran.

Dios está en las canciones que más te gustan, así que apréndetelas muy bien y cántalas fuertemente; Dios está en lo lugares y rincones donde has sido más feliz y te has sentido más en paz; Dios está en la incomodidad que te hace sentir quien te priva de algo, porque quiere lo mejor para ti; Dios está en el remordimiento interior que experimentas cuando sabes que hiciste algo que perjudicaría a otro o a ti mismo.


Dios está en los colores, en el llanto con sentimiento, en el perdón que pides o aceptas, en el viento, en el calor del sol, en el clima frío que te cala los huesos pero que, por lo mismo, te hace sentir necesitado, vulnerable y finito. 

Dios está en la conversación constructiva, amena, que tienes con un amigo; sabrás que Dios estuvo ahí porque no te sentirás cansado sino alegre y con energía. 

Dios está también en el silencio acompañado de ese mismo amigo –o de otro-, sin decirse una sola palabra pero compartiendo el uno al otro la pura presencia.

Dios está en la resistencia que tengas ante el deseo de dejarte llevar por los antojos o en los pequeños sacrificios que hagas para ir a hacer otra cosa de mejor provecho para los demás.

Dios está en la escena bella de una película que te impulsa y no te aguantas las ganas de ir a platicarle a alguien lo que viste.

Dios está en la amabilidad que tengas con los amigos y amigas de tus hermanos: sentirás lo bien que se sienten ellos y eso te dará alegría a ti también. 

Dios está en la foto que más te gusta o en el paisaje que te evoca lo más profundo de ti.

Dios estará siempre en el llamado que te hará a que seas auténtico. Dios está en el dinero que te ganes honradamente, en el consejo desinteresado que recibas o que tú mismo des, en las lágrimas que sueltes, en las carcajadas compartidas, de esas que hacen que te duela el estómago de tanto reírte.

Dios está en el paso de tu historia, desde que naciste, en la enfermera que te cargó al cunero, en los primeros pasos que diste, en tu primer diente, en tu suave dormir acurrucado. Dios está, por supuesto, en tu mamá y tu papá.

Dios está en los golpes que te ha dado la vida, en las caídas y raspones de codo y rodilla. Dios está en la lluvia que te ha mojado y en el resfriado que te ha hecho necesitar del cuidado de mamá.

Dios está en los abuelos de tus abuelos, en los anhelos de tus tíos, en los errores y logros de tus padres, en los amigos de tus amigos.

Dios está en los abrazos que has dado, en el paso cortés que has regalado a tus mayores, en la protección valiente que has dado a tus menores.

Dios está en los dibujos que has hecho, en las plantas que has regado, en los cuentos y poemas que has leído.

Dios está en ti, sólo es necesario que mires en tu interior y te dejes encontrar.

Dios es un viejo sabio, pero también es un buen amigo joven o una niña tierna y dulce. Dios es un vagabundo y científico loco, un albañil y poeta no reconocido. Dios es un deportista o un niño que juega a ser lo que sea. Dios es un romántico y enamorado de la vida, sólo déjate encontrar y que te sorprenda como él desee sorprenderte.

Dios: literato, cuenta cuentos, geólogo, arqueólogo, historiador, cartógrafo, abogado de indefensos, chef, comerciante, fotógrafo, escultor, malabarista, trompetista, trotamundos, cantautor, bailarín, cómico, director de orquesta, jardinero, domador de leones, cronista, chofer, vendedor de puerta en puerta, velador y ama de casa.
Dios estará para ti en la fiesta, en el baile sin tropiezos, en el coqueteo que enamora, en la diversión que se siente en el cuerpo y no se olvida a la memoria. Dios estará en tus conversaciones, cuando platiques aquel problema que tuviste y que pensabas que jamás ibas a poder resolver.

Dios estará en tus paseos de playa, en tu primera cerveza, en el amor a primera vista.

Dios siempre estará contigo y te confrontará en la soledad de la anciana, en la suciedad del mendigo, en la vergüenza del hambriento que pide.

Dios, óyelo bien, nunca te va a juzgar. A Dios no lo puedes hacer enojar ni que se sienta triste, simplemente porque él es Dios, y no lo puedes manipular.

Lo que sí hará Dios cuando te encuentres con él cara a cara, en el fin de tus días, será preguntarte: ¿Fuiste tú mismo? ¿Hiciste lo que más anhelaba tu corazón?





Juan Pablo Gil, s.j.
Puente Grande, Jalisco, México
Finales de agosto de 2012

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