Hildegarda de Bingen (1098 - 1179) Abril de
2017
I.- Contexto histórico-social (historia de la Iglesia) en el siglo XII[1].
Hildegarda
nace en tiempos de la reforma de Gregorio VII. Durante el siglo XII los judíos
y cristianos que peregrinaban y volvían de Tierra Santa sufrían toda clase de
vejaciones. En 1084 los turcos conquistan de Antioquía. El 18 de noviembre de
1095 el papa Urbano II convoca a una <> para reconquistar Jerusalén; en 1098 los cruzados rescatan
Antioquía y el 15 de julio de 1099 los cruzados reconquistan Jerusalén. San
Roberto de Molesmes desarrolla y concreta la Reforma benedictina con la fundación del monasterio de Citeaux
(Orden del Císter, 1098). En los siglos XII y XIII las ciudades de Europa
occidental crecen: se construyen castillos, monasterios, Iglesias. Florece y se
desarrolla el arte románico. En vida de Hildegarda se da el cisma de 1130 a
1138 en que San Bernardo de Claraval decidió que Inocencio II debía ser el papa
y el cisma terminó con la muerte de Anacleto II en 1138. Hildegarda desarrolla
sus primeras obras en el Papado de Eugenio III (1145-1153) -cisterciense
formado por San Bernardo de Claraval-, siendo arzobispo de 1111 a 1137
Adalberto de Maguncia. En el Sínodo de
Tréveris (1147) se presenta su primera obra inspirada: Scivias. “En el siglo XII la
medicina tan solo se practicaba en la escuela judía de Córdoba, la de Maimónides,
recogida y continuada por parte de los árabes”[2].
II. Breve reseña biográfica.
Hildegarda nació en 1098 en el seno de una familia
distinguida y pudiente de Bermersheim, Alemania. Fue la décima hija de sus
padres. Por su fragilidad y su condición enfermiza se le excluye de ocupar en
el mundo la posición de una mujer de su clase (esposa de un señor local).[3] Desde muy niña
tenía visiones, percepciones extrasensoriales y un agudo sentido de observación
de la realidad. A los 8 años es enclaustrada en el monasterio benedictino de
Disibodenberg (régimen contemplativo), donde había otras dos monjas: una niña
de su edad y la abadesa, Jutta de 22 años, hija del conde Spanheim, quien la
formó en la tradición benedictina de la Docta
ignorantia: Sólo Dios. “Aparte del
conocimiento esencial de los salmos, nadie le impartió otra educación literaria
o musical.”[4]
No obstante, “avanzó en un método de
adquisición intelectualmente independiente, impulsado por un gran fervor y
desligado de la temporalidad.”[5]
Hildegarda se
definió a sí misma como “una mujer que no
sabe nada de letras humanas” […]“yo, pobre figura
femenina, mujer inculta, pobre mujercita, pobrecita mujer.”[6] Sin embargo era poseedora de un conocimiento enciclopédico.
Insistirá toda su vida en que “nada viene
de ella, que no habla por sí misma, y que no hace sino repetir y transmitir lo
que le dice la <>” [7] Durante toda su infancia y primera
adolescencia Hildegarda le contaba a Jutta sus visiones pero alrededor de los
15 años empezó a callar.
“Al entrar en una etapa de
conocimiento más pleno, su relación con Dios, demasiado especial para ser
compartida, se interioriza completamente.”[8] A la muerte de Jutta, Hildegarda, -poseedora de un profundo sentido eclesial-, fue
elegida abadesa del monasterio. Buscó la
aprobación de las autoridades eclesiásticas para escribir sus obras. Sostuvo
correspondencia con San Bernardo de Claraval -para pedir consejo ante la
disyuntiva de escribir o callar-, a quien por dos años veía en apariciones.
Bernardo le respondió: “Nos alegramos
contigo por la gracia de Dios que está en ti. En cuanto a nosotros, te
exhortamos y te suplicamos que la acojas como una gracia y la correspondas con
toda la fuerza del amor, de la humildad y de la entrega.”[9]
Tras el Sínodo de
Tréveris, el Papa Eugenio III le escribe
“Te felicitamos y dirigimos a tu
dilección la presente, para que sepas que Dios resiste a los soberbios y da su
gracia a los humildes. Conserva, pues, y guarda esta gracia que hay en ti, de
manera que puedas recibir lo que te llega al espíritu, y lo hagas público con
toda prudencia cada vez que lo oigas […] <>
(Salmo 70).” [10]
Hildegarda tuvo una intensa
actividad como predicadora viajando en barco y a caballo. Algo inaudito es que
visitaba monasterios femeninos y masculinos para reformarlos. Fundó el
monasterio de Rupertsberg (primer monasterio autónomo de monjas, traslado entre
1147-1150), donde mantenía “un estilo de
vida comunitario de estilo y gusto exquisitamente femenino […] es graciosa,
elegante, ligera, delicada, consciente de representar el icono de esposa de
Dios, intentaba reflejar la imagen más perfecta de la mujer, no su negación”.[11] También se
dirigió a la sociedad civil predicando en plazas de mercados e iglesias.
Predicaba “la
conversión de costumbres, la pobreza, la austeridad, la plegaria, la caridad
evangélica. ¡Y la escuchaban!”[12]
“Tuvo relación con personajes relevantes de su tiempo (el emperador
Federico Barbarroja la llamó a su palacio), pero atiende preferentemente a los
más pobres y sencillos, a la gente del pueblo”[13].
La gente hacía cola afuera del monasterio para
que curara sus enfermedades. “Tenía
conocimientos de anatomía y de fisiología, también de la psicología diferencial
femenina y masculina, y de las propiedades de muchas hierbas medicinales. Todo
ello lo aplicaba para curar, pero sobre todo crea en la fuerza de la oración.
Tenía un verdadero arte de curar.” Consideraba a la persona como una unidad
psíquica, física y espiritual. “Sabía que
los pensamientos y sentimientos mal integrados puedan enfermar”[14].
“Fue una mujer de vivencias extremas, de intensa
emotividad, de una gran capacidad de observación de la realidad. Tiene un
conocimiento profundo de la naturaleza humana, de las diferencias entre hombre
y mujer, de las relaciones heterosexuales”.[15] Vivió 80 años y desarrolló una actividad extraordinaria
hasta su muerte en 1179 [16].
Espiritualidad de Hildegarda: visiones y revelaciones.
Sus visiones místicas “son
un conocimiento de Dios que no es ni intelectual ni racional, sino del orden de
la fe y de la intuición […]Ella dice que tiene las visiones en estado de
vigilia, es decir, no son alucinaciones, no son sueños[17]. Se sabe penetrada
por Dios. Y después trata de transmitir el mensaje con un lenguaje alegórico,
en orden a la edificación de otros. Elabora la visión, la interpreta, la dicta,
y sus ayudantes la escriben. Después, ella revisa todo lo que se ha escrito y
corrige, retoca o añade. Esto supone un trabajo de gran dificultad y muy lento,
que dura años”[18].
A la muerte de Jutta, Hildegarda es elegida abadesa y
empieza a escribir “no por libre
elección, sino por imposición divina: < [19] “Yo soy la luz divina que ilumina
lo que está oscuro” “Clama, pues, y escribe así”
“Es < [20], religioso abierto y perspicaz que
le ofrece la ayuda necesaria. Así empieza a formarse la primera de las obras de
Hildegarda, Scivias”[21].
1.-
Scivias: “Conoce
los caminos del Señor” - Su primer libro revelado escrito durante 10 años
(1141 a 1151). Su obra más extensa de teología dogmática.[22]
2.-
Phisica: Tratado sobre las leyes naturales que
rigen el cosmos.
3.- Cause
e cure: sobre el origen de
las enfermedades y los posibles remedios (holística y humanista).
4.-
Liver
divinorum operum (Libro de las
obras divinas, 1163-1173). Contiene una visión completa sobre la acción
creadora de Dios.
5.-
Liver
vitae meritorum (1158-1163). Obra de teología moral que explica el discernimiento
entre el bien y el mal.[23]
6.-
Ordo
virtutum: drama litúrgico, vidas de santos y un comentario a la regla
benedictina.
7.-. Lingua ignota. Un ensayo
dedicado a una lengua desconocida (mezcla de alemán y latín), provisto de un
alfabeto con más de mil vocablos y escritura propia.
8.- Más de 300 cartas “pasaban de mano
en mano y muchos se admiraban de su sabiduría.”[24]
9.- Más de 160 composiciones
musicales líricas y dramáticas “con modulaciones muy
personales que difieren de la música gregoriana de su tiempo”[25]
10.-
Pintura: miniaturas
de visiones consignadas en sus libros (teología hecha imágenes).
IV. Significado y recepción de su pensamiento teológico.
Es considerada una de las figuras más importantes en el ámbito
profético y apocalíptico de la edad media por su obra teológica. Elabora una
teología a partir de su experiencia de Dios. Es teóloga en el sentido
patrístico que si alguien reza, es
teólogo y si alguien es teólogo, reza. Las aportaciones
de Hildegarda fueron bien recibidas en su tiempo. Los obispos, cardenales y el
mismo papa vieron con buenos ojos sus obras que van en la línea de una Teología
de la historia y de una cosmología católica construidas desde un método cercano
al método alegórico de interpretación bíblica.
“Tiene
una autoridad dada por la experiencia profunda del amor de Dios en su vida, en
la de los otros, en el macrocosmos —todo el universo creado— y en el
microcosmos —el hombre y la mujer creados a imagen de Dios, iguales y
complementarios— El Espíritu Santo está muy presente en su teología. El mundo,
para Hildegarda, es un mundo en movimiento, es algo dinámico, movido por el
Espíritu de Dios. Por este motivo, ella habla con unas imágenes que son luz,
viento, fuego, aire. No se trata de nada estático, sino del mundo que se mueve
hacia su plenitud en Dios, en una armonía infinita”[26].
Su obra teológica ha sido catalogada como una “exégesis
visionaria” que es mezcla de creación poética y simbólica (cosmologías
medievales) y procedimientos bíblico-exegéticos de una voz divina
(vidi/audivi).[27] La mayor parte de sus visiones corresponden a disquisiciones
sobre problemas teológicos y morales. A Hildegarda le
preocupa especialmente “la libertad de la
Iglesia ante el poder temporal, salvaguardando su autonomía y autoridad
espiritual. La Iglesia es la madre de los cristianos en el sentido que les da
la vida verdadera, es una imagen de la Trinidad y es el misterio de Cristo: la
Iglesia no es el Reino de Dios, pero se encamina hacia su cumplimiento”[28]. “Cree que la salvación de Dios en Jesucristo pasa a través
de la música”.[29]
Bibliografía.
1.- Carpinello,
Mariella. Dos místicas de la edad media:
Hildegarda de Bingen y Gertrudis de Helfta la Grande. En María Chiaia. El dulce canto del corazón. Mujeres místicas desde Hildegarda a Simone
Weil. Madrid: Narcea, 2006.
2.- De Bingen,
Hildegarda. Libro de las obras divinas.
Barcelona: Herder, 2009.
3.-
Pernoud, Régine. Hildegarda de Bingen,
una conciencia inspirada en el siglo XII. Barcelona: Paidós, 1998.
4.- Pirquer i
Poms, Rosa María. Hildegarda de Bingen.
Un mensaje para nuestro tiempo. Barcelona: Cristianismo y justicia, 2004.
[1] Cfr. Régine
Pernoud, Hildegarda de Bingen, una
conciencia inspirada en el siglo XII, Barcelona: Paidós, 1998.
[2] Régine
Pernoud, Hildegarda de Bingen, una conciencia
inspirada en el siglo XII, Prólogo a la nueva edición, p. 10.
[3] Cfr. Mariella
Carpinello, Dos místicas de la edad
media: Hildegarda de Bingen y Gertrudis de Helfta la Grande. En María Chiaia. El dulce canto del corazón. Mujeres místicas desde Hildegarda a Simone
Weil. Madrid: Narcea, 2006, p. 68.
[4] Mariella
Carpinello, Dos místicas…, p. 71.
[5] Mariella
Carpinello, Dos místicas…, p. 75.
[6] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen.
Un mensaje para nuestro tiempo.
Barcelona: Cristianismo y justicia, 2004, p. 4.
[7] Régine
Pernoud, Hildegarda de Bingen, una
conciencia inspirada en el siglo XII… p. 24.
[8] Mariella
Carpinello, Dos místicas…, p. 71.
[9] Mariella
Carpinello, Dos místicas…, p. 73.
[10] Régine
Pernoud, Hildegarda de Bingen, una
conciencia inspirada en el siglo XII… p. 28.
[11] Mariella
Carpinello, Dos místicas…, p. 76.
[12] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen. Un
mensaje para nuestro tiempo. p. 2.
[13] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen. Un
mensaje para nuestro tiempo. p. 12.
[14] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen. Un
mensaje para nuestro tiempo. p. 13.
[15] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen. Un
mensaje para nuestro tiempo. p. 4.
[16] Cfr. Rosa
María Pirquer i Poms, Hildegarda de
Bingen. Un mensaje para nuestro tiempo, p. 3.
[17]
“Hildegarda insistirá constantemente en que está en plena posesión de sus
sentidos cuando recibe sus revelaciones […] para evitar que su auditorio
pudiera quitarles fuerza achacándolas a alucinaciones o desvaríos, o incluso
para que no se piense que es el maligno quien se las inspira en un momento de
no consciencia. Esta falta de <> propiamente
dicha es lo que hace que el caso de Hildegarda sea muy particular y distinto,
por ejemplo, del de los contemplativos españoles o del de su coetánea Isabel de
Schonau […] ella misma dudaba de si no serían <>” Cfr. Régine Pernoud, Hildegarda
de Bingen, una conciencia inspirada en el siglo XII… p. 22.
[18]
Rosa María Pirquer i Poms, Hildegarda de
Bingen. Un mensaje para nuestro tiempo.
p. 11.
[19] Mariella
Carpinello, Dos místicas…, p. 71.
[20]
Volmar fue consejero, asistente, amigo y secretario de Hildegarda durante unos
30 años (Cfr. Pernoud, Hildegarda de
Bingen, una conciencia inspirada en el siglo XII…p. 18)
[21] Mariella
Carpinello, Dos místicas…, p. 72.
[22]
Cfr. Rosa María Pirquer i Poms, Hildegarda
de Bingen. Un mensaje para nuestro tiempo.
p. 4.
[23]
Cfr. Rosa María Pirquer i Poms, Hildegarda
de Bingen. Un mensaje para nuestro tiempo.
p. 4.
[24]
Rosa María Pirquer i Poms, Hildegarda de
Bingen. Un mensaje para nuestro tiempo.
p. 5.
[25]
Rosa María Pirquer i Poms, Hildegarda de
Bingen. Un mensaje para nuestro tiempo.
p. 7.
[26] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen. Un
mensaje para nuestro tiempo. p. 15.
[27] Cfr.
Hildegarda de Bingen, Libro de las obras
divinas. Barcelona: Herder, 2009, p. 29.
[28] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen. Un
mensaje para nuestro tiempo. p. 12.
[29] Rosa María
Pirquer i Poms, Hildegarda de Bingen. Un
mensaje para nuestro tiempo. p. 8.
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