“Lo importante no esta en el obrar, sino en sentir tu obra,
en estar satisfecho y ser agradable a los ojos de Dios después de entregarle tu cosecha”.
Si bien es cierto que la vida a veces nos trae complicaciones, problemas y angustias, también es cierto que todos los momentos bellos que en ella hemos pasado son de inmensurable riqueza.
Las penas nos habrán destrozado pero más al fondo ya no se puede estar. Y una de las características de la condición humana es la de seguir adelante: pelear por lo que creemos, por lo imperecedero, por la felicidad. Es por eso que a menos que no tengamos ni un poco de estima por nosotros mismos, - el gran valor que tal vez se necesite para alimentarnos y descansar-, podremos levantarnos y continuar.
Empezar de nuevo si es necesario, pero siempre con la frente en alto. Porque aunque hayamos cometido el peor de los crímenes, si nos arrepentimos y realmente queremos arreglar reparar el daño que hemos hecho, habrá Alguien que siempre estará a nuestro lado, en nuestras peores situaciones, pero también en las alegres ocasiones. Que aunque nosotros a veces lo defraudemos, no titubeará en seguir con nosotros y nos querrá más que nunca porque son infinitos su perdón y su misericordia.
Y tarde o temprano cambiaremos, nos transformaremos. Tal vez hoy, tal vez en el último momento de nuestra corta existencia y paso por este mundo. Pero quizá nos perderíamos al no reconocer que El esta con nosotros y que nos pide un último esfuerzo, otro fracaso, otra decepción - ¿porque no?-, un éxito, la gloria. De cualquier manera El nos recompensará con la vida eterna, porque actuamos con el corazón, practicamos la verdad y fuimos íntegros aunque sea una sola vez en nuestra vida y nos arrepentimos de nuestras fechorías, le pedimos perdón, y El nos perdono.
¿Oraste y lo intentaste todo? pues basta ya. No te preocupes, te has ganado el cielo. El Señor te escucho y pronto verás su rostro y no tendrá fin tu felicidad.
Eduardo Anaya
Manzanillo, Colima. 19 de diciembre de 1995
en estar satisfecho y ser agradable a los ojos de Dios después de entregarle tu cosecha”.
Si bien es cierto que la vida a veces nos trae complicaciones, problemas y angustias, también es cierto que todos los momentos bellos que en ella hemos pasado son de inmensurable riqueza.
Las penas nos habrán destrozado pero más al fondo ya no se puede estar. Y una de las características de la condición humana es la de seguir adelante: pelear por lo que creemos, por lo imperecedero, por la felicidad. Es por eso que a menos que no tengamos ni un poco de estima por nosotros mismos, - el gran valor que tal vez se necesite para alimentarnos y descansar-, podremos levantarnos y continuar.
Empezar de nuevo si es necesario, pero siempre con la frente en alto. Porque aunque hayamos cometido el peor de los crímenes, si nos arrepentimos y realmente queremos arreglar reparar el daño que hemos hecho, habrá Alguien que siempre estará a nuestro lado, en nuestras peores situaciones, pero también en las alegres ocasiones. Que aunque nosotros a veces lo defraudemos, no titubeará en seguir con nosotros y nos querrá más que nunca porque son infinitos su perdón y su misericordia.
Y tarde o temprano cambiaremos, nos transformaremos. Tal vez hoy, tal vez en el último momento de nuestra corta existencia y paso por este mundo. Pero quizá nos perderíamos al no reconocer que El esta con nosotros y que nos pide un último esfuerzo, otro fracaso, otra decepción - ¿porque no?-, un éxito, la gloria. De cualquier manera El nos recompensará con la vida eterna, porque actuamos con el corazón, practicamos la verdad y fuimos íntegros aunque sea una sola vez en nuestra vida y nos arrepentimos de nuestras fechorías, le pedimos perdón, y El nos perdono.
¿Oraste y lo intentaste todo? pues basta ya. No te preocupes, te has ganado el cielo. El Señor te escucho y pronto verás su rostro y no tendrá fin tu felicidad.
Eduardo Anaya
Manzanillo, Colima. 19 de diciembre de 1995
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