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Crisis global y estilo de vida autodestructivo

Muy querido Lalo:

De nuevo contigo, pensándote y llevándote en el corazón. Ya me queda poquito para comenzar las clases con alumnos y, aunque me da un poco de pereza, siempre me alegra verles de nuevo, cargados de ilusiones.

¿Cómo estás tú? ¿Pasaste una buena semana? No sé por México, pero por estos lares, como por gran parte del mundo, se avecina una fuerte crisis económica que espero nos haga pensar un poquito en el sentido que estamos dando a nuestra vida y si vale la pena perder valores tan importantes para nuestra felicidad. Vemos que el bienestar del que disfrutamos en algunas partes del mundo puede tambalearse ante la subida del petróleo, los precios de productos básicos, el encogimiento del consumo, los problemas financieros, el encarecimiento de las hipotecas. Si tenemos puesta nuestra confianza esencial en las cosas materiales, estamos comprobando que esa confianza puede desmoronarse. Y es que el mundo está construido mal de raíz, sobre tantas injusticias y desigualdades que algún día explotarán. Porque no se puede edificar una sociedad del bienestar, aislándose de la terrible realidad del hambre que sufren millones de personas o de las sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos en tantas partes del mundo. Es terrible que nos preocupe tanto la crisis económica y nada el paisaje desolador de más de la mitad de la humanidad viviendo en la miseria. Quizá si todos viviéramos con más simplicidad y solidaridad seguro que el mundo tendría otro rostro y sería en verdad esa aldea global soñada por Dios donde todos fuéramos hermanos e iguales en derechos y oportunidades.

Es indignante ver cómo los países ricos, entre ellos España, ante la crisis económica, avala leyes para expulsión de inmigrantes y se plantee cortar la contratación en origen. Así convertimos a los extranjeros en seres de segunda clase, objetos del mercado, carne comercial de nuestra conveniencia, sospechosos de ser delincuentes, sin derechos, sin protección. Donde sólo prima el valor de lo económico, lo humano no cuenta para nada. Yo siempre he abogado por una globalización, no sólo económica y comercial, sino humana y laboral, donde se miren y premien los méritos, no las razas o las nacionalidades. Da pena y rabia que nos preocupe tanto la pérdida de nuestro poder adquisitivo y nuestro nivel desmesurado de consumo o la subida del precio del petróleo, y tan poco los muertos del Caribe a causa de los huracanes, el imperialismo expansionista ruso, chino o norteamericano, sea comercial, político, militar o económico, las cifras de muertos en las carreteras o de la violencia machista, el deterioro de la educación, el aumento progresivo del consumo de alcohol o de otras drogas entre nuestros adolescentes, etc, etc. También ayer leí que sin embargo, a pesar de que mucha gente ve amenazador su futuro y apenas tiene dinero para llegar a fin de mes, los ricos del mundo, unas quinientas personas, controlen más del 60 % de la riqueza mundial y últimamente se hayan enriquecido en más de un 5%, mientras se empobrece la mayoría de la humanidad.

Jesús nos dijo en el Evangelio del domingo que estará presente donde las personas se reúnan en su nombre, donde se practique el perdón, la misericordia, la justicia, el diálogo, la solidaridad, la paz, el amor. Porque para Él otro mundo es posible, otra manera de vivir, otra filosofía de vida que no sea la económica que instrumentaliza y explota a los seres humanos en función de las Bolsas o del mercado. Y nos invita a ti y a mí a ver la vida con otra mirada, desde otro ángulo, con otra sensibilidad, desde el sur del mundo empobrecido, no desde el bienestar autocomplaciente y excluyente del norte. No tengo duda de que seríamos mucho más felices si compartiéramos más, si abriéramos más las puertas del corazón y las ventanas de la esperanza. Tengo la certeza de que la paz y la tranquilidad llegarán al mundo, no cuando mejore el bienestar económico de Occidente, sino cuando se extirpe de raíz la causa de nuestros grandes males: el egoísmo, la injusticia, la desigualdad. Como decía el inolvidable creyente Raúl Follerau: “No tenemos derecho a ser felices a solas”.

Pero mientras esto llega, no nos desesperemos. Luchemos tú y yo y trabajemos desde las cosas pequeñas, esparciendo semillas de bondad y de alegría, haciendo la vida más agradable a los que nos rodean, haciendo el bien y ayudando a todos cuanto podamos y en la medida de nuestras grandes o pequeñas posibilidades.

Te envío un hermoso poema de Paulo Coelho para que recobremos la memoria positiva del corazón y decidamos elegir hacer lo bueno y lo bello.

Luce un sol espléndido sobre Madrid que es llamada a ser luz y belleza para los que se acercarán esta semana a nosotros. No dejemos que los nubarrones oscuros de la crisis económica o de cualquier otro problema, por duro que sea, nuble nuestra esperanza y nuestra firme decisión de seguir creyendo en la vida, en las personas y en nosotros mismos. No seremos más felices porque nos deprimamos o nos angustiemos o amarguemos. Hagamos de los problemas, una oportunidad. Entre las espinas del rosal, no olvidemos que crecen siempre las más hermosas flores.

Disfruta la semana, intenta ser feliz, mira lo positivo de las personas y las cosas, sigue confiando en Dios, y ama, no dejes de amar. Es bueno para ti y para los demás. Siempre recuerdo una antigua canción cuyo estribillo decía: “Todo cuanto la vida tiene de bueno, recógelo, las pequeñas cosas llevan a Dios” ¡Feliz semana!

Con todo mi cariño, oraciones y bendiciones.

Diego.

Acuérdate de lo bueno.

Cuando el cielo esté gris:
Acuérdate cuando lo viste profundamente azul. Cuando sientas frío:
Piensa en un sol radiante que ya te ha calentado.
Cuando sufras una derrota:
Acuérdate de tus triunfos y de tus logros.
Cuando necesites amor:
Revive tus experiencias de afecto y ternura.
Acuérdate de lo que has vivido
y de lo que has dado con alegría Recuerda los regalos que te han hecho,
los besos que te han dado,
los paisajes que has disfrutado
y las risas que de ti han emanado. Si esto has tenido, lo podrás volver a tener y lo que has logrado, lo podrás volver a ganar.Alégrate por lo bueno que tienes y por lo de los demás; desecha los recuerdos tristes y dolorosos, no te lastimes más. Piensa en lo bueno, en lo amable, en lo bello y en la verdad. Recorre tu vida y detente en donde haya bellos recuerdos
y emociones sanas y vívelas otra vez. Visualiza aquel atardecer que te emocionó. Revive esa caricia espontánea que se te dio.Disfruta nuevamente de la paz que ya has conocido, piensa y vive el bien. Allá en tu mente están guardadas todas las imágenes Y solo tú decides cuáles has de volver a mirar...

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