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Ruta de la Sierra Tabasqueña




Eduardo Anaya Sanromán

Teapa y Tapijulapa
lunes 12 de febrero 2008


Salí en el camión de las 9:30 de la Terminal de “La sultana” directo a Teapa. Pregunté al chofer del camión como llegar a "Las Grutas del coconá", y me dio las señas, pero me advirtió que tuviera cuidado al salir de la reserva ecológica y que de preferencia no saliera a caminar, porque suelen asaltar en esa zona. Me baje frente a la fuente y vi la estatua de la mujer con atractivo cuerpo y cara de anciana. Allí estuve esperando casi media hora la combi que dijera “multigrutas” mientras leía artículos sobre los divorciados vueltos a casar, en una revista de espiritualidad del 2001.

Salio la combi y el chofer me llevo hasta las grutas, antes de bajar me recomendó igual que el chofer del camión que no caminara solo al salir, que mejor esperara la combi que entra hasta allí. Entonces llegue y tres jóvenes estaban disfrutando de un coco recién partido. Les dije, Debe estar muy bueno. Y ellos me dijeron éntrale. Así que me enseño la técnica de uñita para despegar la carnita, ya que no estaba tan dura la capa blanca. Y luego uno de ellos me dice: ¿quieres agua?
Le dije va: y saco un nuevo coco, al que asesto tres o cuatro machetazos y el agua broto salpicándonos. Me sirvió del reparador elixir en mi cazuela natural de coco y me lo bebí en tres refrescantes tragos. Luego uno de ellos me dijo que era guía, que la entrada era de 25 pesos y que ellos cobraban 40 pesos por sus servicios.
Entonces decidí hacer el gasto, iba muy limitado en recursos, pero ya estaba alli, y tenia que conocer las grutas. Pague el boleto y empecé a seguir a Nacho, el guía que me llevo a la profundidad y que fue encendiendo las luces conforme avanzamos alrededor de 500 metros hasta llegar al fondo de la gruta.


Las imágenes son impresionantes. Hay tantas formaciones, y tan especiales, que realmente me cautivaron, y tome muchas fotos, desafortunadamente se me acabo rápido la pila porque todas eran con flash, y me quede sin fotos para el resto del paseo. Durante la visita Nacho me hablo de la cueva de la sardina en Tapijulapa, y de otras grutas en el país, como las de cacahuamilpa. Me encanto ver una cámara enorme, una bóveda como de 20 metros de altura, que me recordó las películas de cavernícolas, esas en las que las fiestas, eran bajo la tierra, comiendo carne con las manos a diente pelado y bailando alrededor de la fogata.

Saliendo pensé en hacer una lectura en la pequeña Biblia de viajero que lleve, me había hecho el compromiso de no dejar de pasar el día sin hacer oración, y me busque un lugar que me motivara. Pero no podía ser abajo, voltee hacia arriba y sentí el llamado de la montaña, así que empecé a ascender por la cuesta, a resbalones, porque estaba muy llovido, y después de incrustar mi rodilla por primera vez en el barro, tuve que aplicar la técnica de ascenso impulsándome en los árboles y arbustos. Subí hasta un punto en que ya no podía caminar mas, la selva se cerraba, y además como iba solo pensé que no seria prudente seguir subiendo. Yo estaba ya empapado en sudor, y los mosquitos empezaban a molestar, así que baje un poco a una zona donde no estaba tan tupido de vegetación, llegaba una brisa fresca, y había menos hijos de su mosquita madre. Así que la vi, y me quede enamorado, una piedra en la que me senté, para hacer mi lectura y oración, agradeciendo a Dios esa oportunidad de disfrutar de la naturaleza.


Al bajar, tome velocidad, aplicando la técnica de esquí de montaña con dos bastones, y empezaron las vueltas y los saltos, pero de pronto hubo un movimiento mal calculado, pisé una piedra filosa de lado, y resbale, así que mi cuerpo voló por los aires, dando la vuelta y cayendo de espaldas justo en medio de dos piedras grandes. Me salve de pegarme en la cabeza, y los bastones salieron volando, mi mochila me sirvió de colchón para la espalda.

Caminé entre la arboleda, que daba una sombra muy acogedora, y ya solo esperaba que salieran algunos maleantes para asaltarme, y empezar la carrera. Vi a lo lejos a uno que tomo una bicicleta cuando me vio y se empezó a aproximarse, así que dije, ay guey. Pero gracias a Dios no paso nada, resulto que era Nacho, el que me había dado el tour, quien al verme todo enlodado me pregunto: ¿fuiste hasta arriba? Y le conteste que no, que no había llegado ni a la mitad, pero que decidí regresar por prudencia. Me despedí y a los setecientos metros de caminar vi una combi y le hice la parada, me subí, ya que había dado la vuelta y emprendí el regreso al centro de Teapa.

Tomé el autobús que me llevo a Tacotalpan, la mitad de los pasajeros eran jóvenes de secundaria y prepa que regresaban de su escuela en Teapa. Muchos iban jugando, con el celular, otros oyendo música con el celular y otros enviando mensajitos, pues con el celular. ¿Será que en el futuro podamos hacer algo sin el celular? Al bajar, y caminar rumbo a la iglesia, fundada por franciscanos, se me acerco un niño, y me ofreció ser mi guía, pero le dije que no tenia dinero, sin embargo se quedo conmigo, y me dio información muy importante, todas las señas para llegar a la reserva ecológica Villaluz, el costo de la lancha, y se lo agradecí.

Hice una visita al Santísimo, y los chamacos me siguieron, luego salimos y acorde darle un sándwich para el y su acompañante de unos cinco años si me acompañaba parte del camino. José Guadalupe me llevo más allá del puente. Me explico que ese puente una vez se cayo, cuando era de madera, porque no respetaron el peso máximo y muchos caminantes, salieron heridos, incluso alguno muerto. Me despedí, entregando el sándwich prometido, y diciéndole que lo compartiera con el otro niño mas chico. Emprendí la caminata y cuando estaba en la rivera del río, vi a unos niños que venían con un pescado que acababan de atrapar. Los despedí y empecé a trotar, hasta llegar preguntando a Villaluz. Fueron casi tres kilómetros. Y sude porque una parte era de subidita. Busque las albercas, que eran mi principal objetivo, pero al encontrarlas, me lleve la sorpresa de que estaban vacías. No tenían agua, no podía usarlas. Vi el agua de los arroyos correr, estaba, casi blanca, inmediatamente sospeche de contaminación por residuos químicos de alguna fábrica. Pero yo estaba confundido, porque al preguntarle a un campesino que pasaba por allí, me dijo que era blanca por el azufre. Entonces reconocí mi error, y me dispuse a buscar algún lugar donde nadar un poco. Empecé a correr hacia la cascada, y en eso dos hombres me cerraron el paso, pensé que eran los vigilantes, pero también podían ser caquitos. Gracias a Dios, si eran los vigilantes y me dijeron que la liana que yo traía enrollada causaba alergia, así que la tire y luego me preguntaron que como entre, y les dije que por caminando no en lancha.

Luego me dirigí a la Cueva de la Sardina, decidido a ver la entrada, y con la referencia de Nacho de Teapa, de que esa era una gruta de aventura y se necesitaba equipo para entrar. Pero al llegar vi que había escalones, y empecé a bajar, con la poca luz que había metí a la cueva y empecé a pisar de piedra en piedra, sin tocar las aguas con azufre.Me cambie, y con mi traje de baño entre a una cámara con orificio superior, en la que en algún punto el agua me tapaba por la profundidad, gracias a Dios no había corriente fuerte. Seguí hasta las cascadas, que son realmente bellas, y disfrute el pasar por puentes de madera con esas vistas tan increíbles.

Agradeciendo a Dios por tanta maravilla. Regresé corriendo -trote cómodo- al pueblo, y allí me puse a buscar donde cambiarme. Encontré un lugar apropiado a un costado de la Iglesia y allí me cambie. Luego pregunté sobre el camión, y me dijeron que el ultimo a Teapa, ya había salido de allí, que debía bajar y esperar otro en el parque central. Estuve como una hora, contemplando al nevero, a los niños en bicicleta y a los jóvenes que convivían en el lugar. y por fin llego el último camión, en el que me fui a Tacotalpan. Pregunté y averigüe sobre un camión directo a Villahermosa para no tener que ir a Teapa. En el tiempo de espera me compre unos takis y una coca, y recordé a mi compañero Yanni de Guadalajara. Llegue casi a las diez de la noche, muy cansado y agradecido por la aventura solitaria del día.

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