Día 5. Llamamiento del Supremo
Capitán.
Hoy
los de mi grupo tuvimos una inmersión. Cada quien se echó un clavado en el
fondo de su corazón para tratar de encontrar la raíz de su desorden, de nuestra
no-plenitud. Me di cuenta de que las fallas más graves que he cometido tienen
que ver con actitudes. Por ejemplo, el protagonismo, mediante el cual me pongo
al centro y desplazo a Jesús y su Mensaje. Aparecer como “el bueno” tiene sus
ventajas, pero esa actitud farisaica no me hará feliz porque no vivo desde el
corazón de Cristo. Solo estaría preocupado por mi imagen y no estaría atento a
las necesidades de los demás.
Estuve
buceando en las profundidades del 2011 y vi que hay varias fuerzas del Mal
Espíritu que han vuelto a aparecer en mi camino: la competencia, la
autosuficiencia, la comparación. Pero estoy agradecido con Dios porque me
permite ver con cierta claridad en medio de lo oscuro de mi corazón. Pude ver
mis sombras y hacerme consciente de ellas, por lo tanto ahora puedo
trabajarlas. La atención a los demás, la escucha activa, es una de las
actitudes en las que quiero crecer. Hablar menos y escuchar más, desarrollar mi
capacidad de contemplación. Todo esto lo pongo en manos de Dios.
Después
de las horas de buceo profundo salimos a la superficie y empezamos a disfrutar
del día soleado a bordo del crucero. El capitán Ramón nos habló del
“Llamamiento” que Jesús hizo a sus discípulos y sobre eso estuvimos meditando
el resto del día. Varias cosas me llamaron la atención de los textos que estuve
reflexionando en el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. En
especial los numerales 95 y 98. El capitán nos explicó que el Llamamiento de
Supremo Capitán incluye tres elementos imprescindibles: el “conmigo” (con
Jesús), el “trabajos” (va a haber luchas), y el “contento” (estamos llamados a
vivir en consolación espiritual, en alegría, satisfechos). No se puede vivir
como cristiano solamente con dos de estos elementos. Los tres forman parte
esencial del discipulado.
En el número 98 de los Ejercicios Espirituales
está la respuesta al Llamamiento:
“Eterno
Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación, con vuestro favor y ayuda,
delante de vuestra infinita bondad, y delante de vuestra madre gloriosa, y de
todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero, y deseo, y es
mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de
imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual
como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal
vida y estado”.
Al final
de la meditación escribí mi propia oblación:
“Padre
Nuestro, con temor y cierta resistencia por mi fragilidad, me ofrezco entero a
ti, quiero y deseo profundamente seguir a tu Hijo Jesús, en pobreza, castidad y
obediencia, aceptando las consecuencias que por esto puedan venir
(incomprensión, encierro, golpes, y hasta la muerte) con tal de que pueda
colaborar, como jesuita, si así lo quieres tú, en el establecimiento de tu
Reino aquí en la tierra”.
Aprovecho
para compartirte la Buena Noticia respecto al llamado de Jesús y las respuestas
históricas que las personas le vamos dando. Hay en este crucero alrededor de 80
hermanas religiosas. Mujeres que hace 10, 20 o 40 años (o más) respondieron al
llamado de Jesús eligiendo la vida religiosa. Ellas están renovando – junto a
nosotros – su compromiso de testimoniar el Evangelio. Algunas trabajan en la
educación, otras entregan sus vidas en hospitales, casas de ancianos, niños
huérfanos o personas discapacitadas.
Otras más colaboran en parroquias urbanas o misiones rurales. Unas cuantas
sirven a migrantes, niños de la calle. Otras nos apoyan a con su oración y
trabajo cotidiano desde la vida contemplativa.
Son mujeres que se han comprometido sus vidas en el servicio de cada día
para construir un mundo nuevo desde diferentes trincheras de la sociedad. Estas
mujeres me llenan de esperanza porque la mayoría sirven a personas y grupos
sociales vulnerables. ¿Qué haríamos sin ellas?
En
la tarde me pasó algo que me hizo sentir un poco molesto y más bien, triste.
Fui a tocar el piano en el salón de fiestas del crucero (igual que ayer), pero
apenas comenzaba cuando uno de los capitanes de otro grupo, digamos el capitán
“D” me pidió que dejara de tocar. ¿No podrías expresar tu vida de oración de
otro modo? – preguntó. Le dije que sí, pero que no sabía que no podía tocar un
poco. “Te lo pido por favor. Hay gente en oración” – increpó. Me paré y me fui.
No sabía que una pieza tranquila de piano pudiera hacer tanto daño a los demás
pasajeros. Pero en fin, hay muchas sensibilidades y tal vez al capitán “D” el
piano le recuerde u momento triste o traumático de su pasado. Nuestra
psicología es misteriosa…
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