“La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más grandes, pero temperamentos más cortos; carreteras más amplias, pero puntos de vista más estrechos. Gastamos más, pero tenemos menos; compramos más, pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes, pero familias más pequeñas; más comodidades, pero menos tiempo. Tenemos más conocimiento, pero menos juicio; más expertos y también más problemas; más medicina, pero menos salud. Hemos aprendido a subsistir, pero no a tener vida; le hemos añadido años a la vida, pero no vida a los años. Hemos ido y regresado a la luna, pero batallamos para cruzar la calle y saludar al vecino. Hemos conquistado el espacio exterior, pero no el interior de cada uno. Hemos hecho cosas más grandes, pero no mejores cosas”, George Carlin.
Acabamos de leer una frase que nos impactó mucho, el original en inglés es “Live full, die empty”, y la traducción que hicimos es el título de esta columna.
Y la oración la decían en el sentido de buscar dar cauce a todas las inquietudes que tengamos, y aprovechar todos los recursos, dones y habilidades que tenemos, y lógicamente, ponerlos al servicio de los demás. Recordamos el caso del papá que durante 4 temporadas estuvo acompañando a su hijo en Texas a los entrenamientos del equipo de fútbol americano, tanto en la secundaria como en la prepa; en el último año de preparatoria, en uno de los entrenamientos el chico de 17 años a quien hacemos referencia, cae fulminado en el campo debido a un ataque masivo al corazón. El papá baja inmediatamente de las gradas, y lo que hace es únicamente abrazar a su hijo y colmarlo de besos, sin derramar una sola lágrima. ¿Saben por qué no llora?, nos cuestiona el que relata la anécdota. Porque es un papá que no tiene nada de qué arrepentirse, ya que había estado siempre al lado de su hijo. El que platica la historia es hermano del fallecido, y compañero de equipo, presente en el momento de los hechos.
El detalle está en que, para poder vivir a plenitud, tenemos que ser mejores cada día, y ahí es a veces donde se presenta el problema, ya que la zona de confort, como su nombre lo indica, es una trampa en la que caemos muy seguido, y muchas veces nos impide el buscar mejorar en nuestro ser y en nuestro quehacer.
Permítanos darle un ejemplo muy conocido: aunque a usted no le guste o practique el golf, es muy probable que haya escuchado hablar de Tiger Woods, actualmente el golfista profesional no. 1 a nivel mundial. El lograr esto no es nada fácil, y le muestro la rutina a la que se sujeta Tiger cada día: durante el 2006, prácticamente se la pasaba 12 horas diarias entrenando para mantener su nivel: se levanta a las 5 de la mañana y corre 4 millas. Después de esto, toma un desayuno bastante nutritivo. Pasa luego al gimnasio, donde levanta pesas durante 1 hora y media aproximadamente. Acto seguida pasa a la tee de prácticas donde se relaja y tira pelotas. Después regresa al gimnasio, y realiza ejercicios de acondicionamiento físico y de flexibilidad. Antes de pasar a comer, juega 9 hoyos. Después de la comida, vuelve a la tee de práctica, y se enfoca en tiros cortos y en el putt. Por último, juega otros 9 hoyos, y ya el resto del día se despide del golf, hasta el día siguiente. Durante todo el año así es la rutina, excepto cuando anda en la gira, ya que entonces de lunes a miércoles practica en el campo donde va ser el torneo de esa semana. Como anda en su propio avión, generalmente el lunes muy temprano arriba a la ciudad donde será el siguiente torneo. Lo más increíble de toda esta rutina, es que Tiger la realiza sin necesidad de un entrenador personal, ya que él mismo se presiona para realizarla. Todas las celebridades contratan un entrenador personal, Tiger no lo necesita.
Una vez le preguntaron a uno de los golfistas profesionales compañeros de Tiger si él era realmente mucho mejor que los demás. Aquel contestó lo siguiente: “No. Tiger es extraordinario, con una habilidad asombrosa, pero lo que destaca de él es que sí esta dispuesto a pagar el precio para mantenerse como número uno, y siempre quiere más”. Lo interesante también ha sido que, a raíz de lo que ha logrado, muchos compañeros de la gira de golf también ya están haciendo pesas y entrenando más duro (lógico: le quieren ganar), y con ello, elevando el nivel de juego del golf mismo. Aquí aprovechamos para concluír nuestra colaboración: a nivel personal y en los diferentes planos de nuestra vida, como hijos, como padres, como empresarios, como servidores públicos, como ejecutivos, ¿estamos dispuestos a ser los Tiger Woods o los Michael Jordan de nuestro ramo? ¿Podremos llegar a ser los individuos que levanten el nivel de nuestra familia, del vecindario, de la escuela de nuestros hijos, de nuestro giro profesional? ¿Podremos dejar de preocuparnos por tener, y enfocarnos en ser más? Bien lo dijo el conferencista: “live full, die empty”.
Acabamos de leer una frase que nos impactó mucho, el original en inglés es “Live full, die empty”, y la traducción que hicimos es el título de esta columna.
Y la oración la decían en el sentido de buscar dar cauce a todas las inquietudes que tengamos, y aprovechar todos los recursos, dones y habilidades que tenemos, y lógicamente, ponerlos al servicio de los demás. Recordamos el caso del papá que durante 4 temporadas estuvo acompañando a su hijo en Texas a los entrenamientos del equipo de fútbol americano, tanto en la secundaria como en la prepa; en el último año de preparatoria, en uno de los entrenamientos el chico de 17 años a quien hacemos referencia, cae fulminado en el campo debido a un ataque masivo al corazón. El papá baja inmediatamente de las gradas, y lo que hace es únicamente abrazar a su hijo y colmarlo de besos, sin derramar una sola lágrima. ¿Saben por qué no llora?, nos cuestiona el que relata la anécdota. Porque es un papá que no tiene nada de qué arrepentirse, ya que había estado siempre al lado de su hijo. El que platica la historia es hermano del fallecido, y compañero de equipo, presente en el momento de los hechos.
El detalle está en que, para poder vivir a plenitud, tenemos que ser mejores cada día, y ahí es a veces donde se presenta el problema, ya que la zona de confort, como su nombre lo indica, es una trampa en la que caemos muy seguido, y muchas veces nos impide el buscar mejorar en nuestro ser y en nuestro quehacer.
Permítanos darle un ejemplo muy conocido: aunque a usted no le guste o practique el golf, es muy probable que haya escuchado hablar de Tiger Woods, actualmente el golfista profesional no. 1 a nivel mundial. El lograr esto no es nada fácil, y le muestro la rutina a la que se sujeta Tiger cada día: durante el 2006, prácticamente se la pasaba 12 horas diarias entrenando para mantener su nivel: se levanta a las 5 de la mañana y corre 4 millas. Después de esto, toma un desayuno bastante nutritivo. Pasa luego al gimnasio, donde levanta pesas durante 1 hora y media aproximadamente. Acto seguida pasa a la tee de prácticas donde se relaja y tira pelotas. Después regresa al gimnasio, y realiza ejercicios de acondicionamiento físico y de flexibilidad. Antes de pasar a comer, juega 9 hoyos. Después de la comida, vuelve a la tee de práctica, y se enfoca en tiros cortos y en el putt. Por último, juega otros 9 hoyos, y ya el resto del día se despide del golf, hasta el día siguiente. Durante todo el año así es la rutina, excepto cuando anda en la gira, ya que entonces de lunes a miércoles practica en el campo donde va ser el torneo de esa semana. Como anda en su propio avión, generalmente el lunes muy temprano arriba a la ciudad donde será el siguiente torneo. Lo más increíble de toda esta rutina, es que Tiger la realiza sin necesidad de un entrenador personal, ya que él mismo se presiona para realizarla. Todas las celebridades contratan un entrenador personal, Tiger no lo necesita.
Una vez le preguntaron a uno de los golfistas profesionales compañeros de Tiger si él era realmente mucho mejor que los demás. Aquel contestó lo siguiente: “No. Tiger es extraordinario, con una habilidad asombrosa, pero lo que destaca de él es que sí esta dispuesto a pagar el precio para mantenerse como número uno, y siempre quiere más”. Lo interesante también ha sido que, a raíz de lo que ha logrado, muchos compañeros de la gira de golf también ya están haciendo pesas y entrenando más duro (lógico: le quieren ganar), y con ello, elevando el nivel de juego del golf mismo. Aquí aprovechamos para concluír nuestra colaboración: a nivel personal y en los diferentes planos de nuestra vida, como hijos, como padres, como empresarios, como servidores públicos, como ejecutivos, ¿estamos dispuestos a ser los Tiger Woods o los Michael Jordan de nuestro ramo? ¿Podremos llegar a ser los individuos que levanten el nivel de nuestra familia, del vecindario, de la escuela de nuestros hijos, de nuestro giro profesional? ¿Podremos dejar de preocuparnos por tener, y enfocarnos en ser más? Bien lo dijo el conferencista: “live full, die empty”.
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