Por: Luis Cernuda
De su libro “Variaciones sobre el tema mexicano” 1952.
Con sus hijos a veces, otras solo; vendiendo algo que parece no importarle, o sin pretexto para su presencia inmóvil; descalzo en cuclillas sobre el polvo, el sombrero de paja escondiendo los ojos, donde acaso pudiera adivinarse lo que siente y lo que piensa, mírale.
Cayeron los amos antiguos. Vencidos a su vez fueron los conquistadores. Se abatieron y se olvidaron las revoluciones. El sigue siendo el que era; idéntico a sí mismo, deja cerrarse, sobre la agitación superficial del mundo, la haz igual del tiempo.
Es el hombre al que los pueblos llaman no civilizado. Cuánto pueden aprender de él. Ahí esta. Es más que un hombre: es una decisión frente al mundo. ¿Mejor?, ¿Peor? Quién sabe. Tú, al menos, confiesas no saberlo. Pero allá en tus entrañas le comprendes.
Mírale, tú que te creíste poeta, y tocas ahora lo que paran tareas, ambiciones y creencias. A él, que nada posee, nada desea, algo más hondo le sostiene; algo que hace siglos postula tácitamente. Lástima que el azar no te hiciera nacer uno entre los suyos.
Demasiado sería pedir su descuido ante la pobreza, su indiferencia ante la desdicha, su asentimiento ante la muerte. Pero gracias, Señor, por haberlo creado y salvado; gracias por dejarnos ver todavía a alguien para quien Tu mundo no es una feria demente ni un carnaval estúpido.
De su libro “Variaciones sobre el tema mexicano” 1952.
Con sus hijos a veces, otras solo; vendiendo algo que parece no importarle, o sin pretexto para su presencia inmóvil; descalzo en cuclillas sobre el polvo, el sombrero de paja escondiendo los ojos, donde acaso pudiera adivinarse lo que siente y lo que piensa, mírale.
Cayeron los amos antiguos. Vencidos a su vez fueron los conquistadores. Se abatieron y se olvidaron las revoluciones. El sigue siendo el que era; idéntico a sí mismo, deja cerrarse, sobre la agitación superficial del mundo, la haz igual del tiempo.
Es el hombre al que los pueblos llaman no civilizado. Cuánto pueden aprender de él. Ahí esta. Es más que un hombre: es una decisión frente al mundo. ¿Mejor?, ¿Peor? Quién sabe. Tú, al menos, confiesas no saberlo. Pero allá en tus entrañas le comprendes.
Mírale, tú que te creíste poeta, y tocas ahora lo que paran tareas, ambiciones y creencias. A él, que nada posee, nada desea, algo más hondo le sostiene; algo que hace siglos postula tácitamente. Lástima que el azar no te hiciera nacer uno entre los suyos.
Demasiado sería pedir su descuido ante la pobreza, su indiferencia ante la desdicha, su asentimiento ante la muerte. Pero gracias, Señor, por haberlo creado y salvado; gracias por dejarnos ver todavía a alguien para quien Tu mundo no es una feria demente ni un carnaval estúpido.
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